Mucho se ha escrito y hablado sobre la sanidad estadounidense y su conexión con los conceptos de eficiencia, equidad y justicia social. Aunque de estos debates suelan sobrevivir a base de tópicos y afirmaciones poco fundadas, sí es posible aseverar que la de Estados Unidos es una sanidad de gran calidad en términos de formación de profesionales, avances tecnológicos y biosanitarios, pero ostensiblemente cara. Tanto es así que es prácticamente imprescindible acceder a seguros de salud o, en su defecto, a alguna de las vías subvencionadas por la Federación y sus estados a raíz del famoso Obama Care.
Tipos de seguros de salud en Estados Unidos
El sesenta por ciento de los asegurados en Estados Unidos lo están en virtud de su relación laboral con la empresa, que es la que se hace cargo de la contratación de dichas pólizas (que cubren a cónyuges e hijos menores de veintiséis años) en cumplimiento de una norma no escrita que ya ha devenido en costumbre.
Solo unas pocas familias asumen de forma particular el coste de los seguros de salud, afrontando cifras que pueden rondar entre los quinientos y los setecientos dólares mensuales, entre un veinte y un cuarenta por ciento de la renta en función de los ingresos. En las unidades familiares con menos ingresos y personas con más de sesenta y cinco años en las que concurran ciertas circunstancias, se instauraron recientemente dos medidas, el Mediaid y el Medicare, respectivamente, que facilitan el acceso a dichos seguros. En muchos estados, además, la necesidad se convierte en una especie de obligación, pues son muchas las administraciones que penalizan vía impuestos la no contratación de una de estas pólizas.
Esta cultura sanitaria, difícil de comprender desde este lado del Atlántico, entronca con algunos de los valores que a los estadounidenses les gusta llamar “fundacionales”. Así, el acceso a un servicio que nos parece en esencia tan básico, se funde con valores como la libertad (de elección de centro, de profesionales, del coste), con la meritocracia (si trabajas más, ganas más salario, luego es lógico que puedas acceder a un mejor servicio de salud) y con una cultura de la eficiencia que castiga con severidad lo que ellos entienden como parasitismo y apuesta por la excelencia en la calidad antes que por un reparto más social de los bienes. El debate en torno a esta cuestión es, en definitiva, una cuestión ideológica y política.
La ‘trampa’ de los seguros de salud privados en Estados Unidos
En cuanto a cómo funcionan los seguros de salud en Estados Unidos hay que decir que, además de incidir en la necesidad (obligatoriedad) del seguro, rara vez los servicios incluidos en las pólizas van a verse totalmente cubiertos. Lo habitual es que el cliente deba afrontar un copago, a veces bastante oneroso, o compartir los gastos con la compañía aseguradora que haya elegido. Ligado a esto, hay que poner de relieve la amplitud de la oferta y la vasta variabilidad de opciones, lo que convierte en esenciales a las empresas comparadoras. Esta cuestión también debe ser tenida en cuenta por los turistas, a quienes se recomienda contratar un seguro siempre que viajen a Estados Unidos si no quieren tener que afrontar, ante el más mínimo contratiempo, un coste elevado por atención sanitaria de urgencia ante cualquier eventualidad, ya que el precio medio de una atención de urgencia ronda los setecientos euros.
La valoración del sistema sanitario y los seguros de salud estadounidenses debe hacerse con pies de plomo y es que desde Europa, donde llevamos más de setenta años con un estado del bienestar consolidado, resulta complicado entender esta visión más individualista de la sociedad, más meritocrática y, a buen seguro, menos solidaria.
Lo que sí deberíamos subrayar es que con un gasto medio de ocho mil dólares por persona y año en cobertura sanitaria, Estados Unidos no figura entre los países mejor clasificados según estadísticas elaboradas por la OMS, ocupando puestos preocupantemente retrasados en temas tan prioritarios como la mortalidad infantil. Es decir, en el país donde más y mejores curas existen para enfermedades tan mortíferas como el cáncer, las estadísticas vienen a reflejar estos déficits procedentes de la inequidad y de la menor calidad de los servicios a los que pueden acceder las familias con menos ingresos, aun con el Obama Care todavía vigente.
En conclusión, los seguros de salud de salud privados son una necesidad y casi una obligación en Estados Unidos. La mayor parte son contratados por las empresas en nombre de sus trabajadores y familias, pero no cubren la totalidad de los servicios, incluyendo una gran cantidad de cláusulas para tratar de abarcar la mayor casuística posible siendo habitual compartir gastos, realizar seguros de salud con copago (que ya han llegado a Europa) o de pagos adelantados que luego podrán ser reembolsados. Ello a cambio de una tecnología puntera, la libertad de elección y acceso, pero también de fuertes contrastes que ni siquiera la legislación más social de la anterior Administración ha podido resolver en su totalidad.